Nazarena peregrinando, PEJ 2022

Nazarena peregrinando, PEJ 2022


Que equivocada estaba al pensar que la PEJ (PEREGRINACIÓN EUROPEA DE JOVENES) sería solo caminar y una convivencia con sus talleres en Santiago de Compostela. Por eso fue toda una sorpresa llena de emociones, lágrimas y alegría sobre todo al ver una presente y futura Iglesia llena de jóvenes comprometidos con Dios y metido hasta el tuétano en sus vidas, así sean abogados o estudiantes, futuras guardias civiles o dándose un año sabático.

Ya en la primera Eucaristía en el Cerro de los Ángeles, me fijé en las caras de los jóvenes; había caras en las que fácilmente se podía leer su oración: “Dios mío no conozco a nadie, ayúdame”, que emocionante era ver también, como los organizadores, también muy jóvenes, miraban la imponente cruz, y sus ojos hablaban de una oración hecha con mucha fe: “que no pase nada en esta peregrinación que no sea tu Espíritu Santo, te lo pido desde lo más hondo de mi corazón”.

Así comenzamos nuestro peregrinar, los cinco primeros días era todo un esfuerzo físico. Con los km que recorríamos todas las mañanas se repetía siempre un consejo que los responsables de orden y como voceros de la gran preocupación para que la gente no se dispersara, llegando a ser motivo de chiste era: “los huecos, que no haya huecos” al principio  pensaba en el ritmo, de los que ya iban cansados, porque no todos podían llevar el mismo ritmo , pero luego de tanto oírlo, quise con ello hacer  oración, que aunque era difícil, solo tenías que ponerte a distancia prudente de las confesiones que se hacían  en el camino y era asombroso como todos los de alrededor caminaban en silencio, parecía que la gracia del sacramento de la penitencia se extendía varias metros a su alrededor.

“Huecos”, “no dejéis huecos por favor” decían los responsables, pero mi corazón era justo lo que se planteaba: ¿Que distancia había dejado inconscientemente entre Dios y yo? ¿Que había en mi vida que separaba de Él, y no me permitía seguir el ritmo de su voluntad?, y ahí me quedé como trabajo del camino.

Era fácil reconocer el hecho de que el andar y la naturaleza era el marco perfecto para conocer gente; escuché muchas inquietudes, seguidas de preguntas sobre nuestra vida consagrada, preocupaciones, miedos, pero, sobre todo mensajes que unos a otros se daban de ánimo cuando empezaban a salir las primeras ampollas y las primeras quejas de muchos de los 300 jóvenes que caminaban era: “no puedo más”.

Pero si se pudo, porque fue grandiosa la entrada en la ciudad de Santiago de Compostela, cantos a todo pulmón, abrazos eternos entre nosotros y una alegría que seguro llegó a los oídos del Apóstol.

Y ahora comenzaba todo, decían que 11.000 jóvenes, yo creo que eran más, porque cuando nos juntábamos en los conciertos o en los talleres, en todos había mucha gente, y no digamos en la exposición del Santísimo, que alegría que tanto joven sienta que no hay lugar más alto que estar a sus pies, ver tanta rodilla en tierra, me emocionaba, y solo salía de mi boca “Cuanto te aman Señor”.

Eso sí, cuando llegaba la noche, y los conciertos hasta altas horas, los jóvenes saltaban y cantaban, todos conocían todas las canciones de todos los grupos, y entre cancion y canción un grito unánime: “ESTA ES LA JUVENTUD DEL PAPA”.

Todo se iba terminando, y llegamos a una vigilia que no olvidaré mientras viva, sobre todo cuando lanzaban preguntas desde el escenario como parte de la dinámica de la vigilia. Eso nos puso a todos de manifiesto, que los jóvenes tenían los mismos miedos y las mismas inquietudes, la respuesta de cada joven se hacía visible con la linterna del móvil, como luz que clama en el desierto y pareciendo estrellas del cielo y como la descendencia de Abraham, se multiplicaba mucho más cada vez que se preguntaba sobre nuestro amor a Dios y a su Iglesia.

Todo terminó con la Eucaristía de clausura de la Peregrinación europea, donde fue mi mayor sorpresa, llena de la más desbordante alegría, nunca sin olvidar que fue una Eucaristía que se vivió con mucha intensidad, pero el aplauso más fuerte y el grito más unánime fue apoyo y cariño a la gran cantidad de obispos que se encontraban en el Monte del Gozo, al contrario del pensamiento de una sociedad que no cree, ni confía en la Iglesia, ahí estaba esa juventud que con nombres propios hacían visible una juventud que apoya y ama a su Iglesia desde el Papa, hasta sus párrocos, y eso indica que aman a Dios y su Iglesia.

AMADO DIOS Y PADRE NUESTRO, EN TUS MANOS PONGO A TODOS ESTOS JOVENES CON SUS ILUSIONES Y SUS METAS, CON SUS MIEDOS E INQUIETUDES, CUIDALOS, PROTEGELOS, PERO, SOBRE TODO, GUIALOS Y DALES ESPERANZA SOBRE ESTA NUEVA IGLESIA QUE ELLOS MISMOS ESTAN EDIFICANDO.


Congregación de Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno, Franciscanas